Batallas Olvidadas. Lérida 1647. (1)

Asedio de Lérida de 1647
Ilustración de Ángeles Ribes

Batallas Olvidadas. Lérida 1647. (1)

La batalla de Rocroi, el 19 de mayo de 1643 ha pasado a la historia como la derrota que marcó el fin del predominio de los Tercios en Europa. En realidad, Rocroi no fue la primera derrota padecida por los Tercios ni tampoco el punto final de sus victorias, pero como en otras tantas ocasiones, lo que en su día fue propaganda enemiga, en la actualidad se ha aceptado como cierta.

Víctima de la simplificación de procesos extremadamente complejos como la lenta decadencia del sistema de los tercios español, en contraposición al auge del sistema regimental francés, batallas como la de Lérida en 1647, aunque de una gran repercusión internacional en su momento, en la actualidad han sido condenadas al olvido.

El 12 de mayo de 1647 y tras dos asedios anteriores (1644 y 1646) Luis II de Borbón, duque de Enghien y príncipe de Condé, vencedor de los Tercios en Rocroi, es presentó ante Lérida con una avanzadilla de 8200 infantes organizados en 14 regimientos, 5400 jinetes formados en 17 regimientos de caballería y un tren de artillería con 37 cañones de asedio.

Luis II de Borbón, Príncipe de Conde, Duque de Enghien.

Defendiendo la ciudad, se encontraba el general de artillería Gregorio Brito y Joao con 2142 soldados del rey, de los cuales poco más de un millar eran soldados viejos (veteranos) y el resto bisoños (novatos o de leva nueva), 505 jinetes y unos 700 voluntarios catalanes. Para el fuego de contrabatería, tan sólo contaban con poco más de treinta cañones de 12 libras o menos y cuatro cañones de calibre equivalente a los franceses.

La ciudad contaba con una fortaleza moderna, pero a medio terminar protegiendo la colina que domina la ciudad y una cortadura o retaguardia en el interior del conjunto urbano, pero las murallas de circunvalación de Lérida databan del siglo XIV, estaban en pésimo estado y su diseño era tan anticuado que apenas podrían aguantar un día de bombardeo antes de desmoronarse.

En cuanto a las intenciones de Condé y sus fuerzas, además de las fuentes propias, contamos con los testimonios e informes de espías españoles infiltrados en su campamento, por lo que sabemos que Brito era muy consciente que Condé atacaría la ciudad al asalto en vez de asediarla por hambre como intentó infructuosamente el conde de Harcourt el año anterior.

Batallas Olvidadas. Lérida 1647. (1)

Don Gregorio Brito y Joao tenía por aquel entonces 47 años, era un experimentado militar que había combatido en Flandes, en los galeones de la Armada del Mar Océano y en Cataluña desde el inicio de la revuelta en 1640. Era un personaje duro, tanto por sus acciones, como por el contenido de sus cartas que nos ha llegado. También era un gran conocedor del arte de la defensa de una plaza, sobre todo si esta defensa era agresiva.

Ya en 1646 demostró su capacidad en la encamisada de Termens del 7 de abril, cuando atacó por sorpresa el deposito de suministros francés que se estaba levantando en dicha localidad para preparar el asedio de Lérida. En la operación se destruyeron toneladas de provisiones y se capturaron un millar de prisioneros antes de que Harcourt pudiera reaccionar.

Como premio a dicha acción, Felipe IV concedería a Brito el condado de Termens en mayo del año siguiente, ganando fama de agresivo y duro rival entre los franceses.

Como decíamos, pese a que Condé estaba advertido de las capacidades de Brito, este decidió asaltar el castillo por su lugar más difícil y por el único que podía enfrentarlo sin tener que entrar dentro de la ciudad antes.

Era la zona del campo de Marte, una colina con un fuerte pendiente defendido por cuatro de los nuevos baluartes de la fortaleza. Estos eran el de Cantelmo, el Francés, la Cortina Nueva y el Puntiagudo. Todos construidos con material reciclado de las demoliciones del barrio noble de la ciudad y de los conventos de extrarradio.

El asalto no se inició de inmediato, los primeros días se dedicaron a levantar campamentos, aprovechando en parte las obras dejadas por Harcourt en noviembre y a esperar la llegada de la artillería.

Durante estas labores de cerco, los defensores evitaron salir al encontrarse sus enemigos demasiado lejos de la plaza hasta el día 20, en que un hecho fortuito provocó la primera reacción de Brito. Los franceses habían montado un par de puentes de barcas para salvar el Segre y comunicar ambas orillas cuando uno de estos se rompió por una inesperada crecida del río.

Unos pocos centenares de soldados de Condé quedaron aislados del resto de sus camaradas y el general portugués se abalanzó sobre ellos con doscientos jinetes con otros doscientos mosqueteros a la grupa. La escaramuza acabó con las primeras bajas entre ambos bandos y el primer intercambio de prisioneros del asedio. No fue una acción especialmente sangrienta, pero fue el primer toque de atención de Brito.

El 27 de mayo, con la llegada de la artillería de sitio al frente, los franceses empezaron a cavar las trincheras de asalto escogiendo dos sectores de muralla. Por su izquierda, apuntando hacia el baluarte de Cantelmo y por su derecha, partiendo del convento de San Francisco hacía la puerta de San Martín.

Asalto sobre Lérida. A la izquierda de la imagen, el asalto de Condé, a la derecha el de Grammont con las ruinas del convento de San Francisco.

Aquella misma noche, un comando español del tercio navarro de don Pedro de Esteriz se infiltró en las líneas francesas robando todos los caballos de Frisia que habían colocado para defender su posición. Dichas defensas acabaron protegiendo la estrada encubierta o empalizada levantada por Brito ante el baluarte de Cantelmo como puesto avanzado defendido por cien soldados de élite.

El ataque hacía Cantelmo lo dirigía el mismo Gran Condé, mientras que el asalto por el flanco derecho era liderado por el veterano mariscal Grammont, que a diferencia de Condé, se topó con la primera posición defensiva hispana justo en el lugar designado para empezar sus obras de aproche hacia la fortaleza.

Como decíamos, Grammont escogió empezar a cavar junto al semi derruido convento de San Francisco, una antigua joya del gótico empezada a demoler por los ingenieros Saint Pol y Saint Clair en 1641 cuando Lérida estaba bajo dominio francés y el Cardenal Richelieu envió a dichos arquitectos militares a levantar una fortaleza moderna sobre la colina de la Seu Vella.

En antiguo convento cobijaba los restos del rey Alfonso IV de Aragón hasta que la guerra obligó a trasladarlos a la catedral. En esos momentos tan sólo conservaba intacto su campanario y su iglesia. Una estructura lo suficientemente resistente para que Brito decidiera enviar una pequeña fuerza simbólica con el fin de ganar tiempo.

Dicha práctica era bastante habitual en la época y consistía en resguardar posiciones exteriores sin valor táctico con el fin de provoca retrasos en el asalto enemigo.

Brito encomendó la defensa de San Francisco a un joven sargento de 27 años de la compañía de Juan González Salamanquez, una de las que servían de guarnición del castillo principal, llamado Cristóbal de Ribaguda.

Cristóbal, natural de Orduña, era un soldado veterano que lucía una cicatriz en su mejilla izquierda y que desde ese momento pasaría a estar al mando de la posición. Pero lejos de limitarse a simular la defensa para luego capitular, Ribaguda ordenó a sus doce mosqueteros escogidos fortificarse sobre la bóveda de la iglesia y en el campanario.

Cuando la mañana de 30 de mayo un corneta francés conminó a la rendición a Ribaguda este se negó, forzando un asalto sobre el convento por parte de la infantería francesa posicionada en su sector. Se trataba de dos regimientos de infantería, el Persan y el Lorena, que, según un informe del espionaje español, contaban con unos 1500 soldados entre ambos.

Después de un primer intercambio de mosquetazos la infantería gala se lanzó al ataque sin las escalas necesarias para acceder a la bóveda del convento. Lo estuvieron intentando durante horas mientras eran hostigados con granadas de mano y disparos por los defensores.

Detalle de un plano de asedio francés de la defensa de San Francisco. Es la única representación conocida y coetánea de ese hecho de armas. Plan de Lérida attaqué. Ministère de la Defense. Bibliothèque du Génie. Paris.

Al ver que San Francisco resistía, Brito ordenó disparar la artillería del castillo contra los asaltantes. Al cabo de tres horas de iniciado el asalto, Grammont ordenó la retirada mientras que los defensores no registraron ni una sola baja.

Ante la inesperada defensa del viejo convento, Grammont decidió no correr más riesgos y optó por utilizar medios más contundentes, instalando una batería de dos cañones gruesos que empezó a disparar esa misma noche…

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