DEL ROSER AL FOSSAR DE LES MORERES
El «Fossar de les Moreres», situado en el barrio del Born, al lado de la basílica de Santa María del Mar de Barcelona, es otro de esos lugares emblemáticos para el nacionalismo catalán. En ese cementerio, fossar, según el relato histórico oficial, están enterrados aquellos que dieron su vida en la derrota del asedio de Barcelona por las tropas de Felipe V al final de la guerra de Sucesión en 1714. Un lugar, donde se intenta recordar el espíritu de esos «héroes nacionales» que dieron su vida por el pueblo catalán. Y para conmemorar esa derrota, que han transformado en victoria moral, se construyó la plaza en los años ochenta como monumento en memoria a los caídos en el asedio, con el suelo rojo, simbolizando la sangre vertida, y una llama siempre encendida del pebetero en honor a unos héroes anónimos. Y unos versos de Frederic Soler Pitarra acompañan el escenario:
‘Al fossar de les moreres no s’hi enterra cap traïdor;
fins perdent nostres banderes serà l’urna de l’honor’.
No obstante, estamos ante otro de los muchos lugares creados por el relato nacionalista catalán, en pleno siglo XIX, como símbolo emocional de sus reivindicaciones como pueblo. Este lugar, ciertamente, fue un cementerio. Se trataba del cementerio perteneciente a Santa María del Mar, como todas las iglesias que disponían de uno en sus sagreras, pues era costumbre enterrar a los muertos dentro del recinto urbano, en las iglesias y a su alrededor. A partir de 1787, Carlos III prohibió esta práctica por cuestiones de salud e higiene para prevenir epidemias y demás enfermedades y obligó a situar los cementerios extramuros. Por tanto, en este fossar, como en los demás, se enterró gente, mucha. Según las excavaciones arqueológicas allí se encuentran huesos desde tiempos medievales, así como algunos posteriores, que podrían coincidir con los de 1714, pero sin datos concluyentes. Sí queda claro que allí descansan barceloneses desde varios siglos atrás y hasta décadas posteriores a la derrota en cuestión, pero no se trata de una fosa con héroes nacionales, ni mucho menos. Una de las claves es que no se ha encontrado una fosa común de tipo militar, la única acumulación de huesos es de pocos miembros y de varias épocas coincidiendo con un deposito u osario.
Por tanto, convertir este lugar en un símbolo nacional supone cierta tergiversación de la realidad, pues resulta impensable que los 5.458 muertos, según cifra el cronista Castellví, estuvieran todos allí enterrados, simplemente por cuestiones de espacio. Pero el poema de Soler Pitarra ayudó, y mucho, a crear este mito a principios del siglo XX. Un mito que debe ser desmitificado.