Verntallat y la Primera Guerra Remensa

Verntallat y la Primera Guerra Remensa

 

 

 

Las guerras remensas fueron una guerra política y de derecho. Por un lado se quería acabar con los problemas que tenían los reyes de Aragón en Cataluña y, por otra parte, acabar con una lacra feudal con los llamados siervos de la gleba. El gran protagonista fue Francesc de Verntallat. El cabildo remensa consiguió liberar a los payeses catalanes de la lacra que significaba no ser propietarios de las tierras y estar sometidos a los designios de un señor feudal. La Sentencia Arbitral de Guadalupe significó uno de los acuerdos más importantes que se firmaron en el siglo XV. Fue una victoria para Verntallat, pero también lo fue para Fernando el Católico. El conflicto remensa, si bien terminó en 1486 se había iniciado muchos siglos antes. Era un mal que fragmentaba la sociedad catalana y minaba la moral de los payeses. No fue hasta que Verntallat se puso al frente de los mal llamados siervos de la gleba cuando las cosas cambiaron. ¿Cuál es el origen de los remensas?

 

Lo podemos situar en el año 1.000. Los payeses que se establecieron en estas tierras, después de la entrada de los francos, eran hombres libres y propietarios. Las masías eran pequeñas y las producciones de autoconsumo. Estaban protegidos por el Conde y su tribunal de justicia.

 

Esta calma finalizó en el año 1.030. Teniendo en cuenta la debilidad política del Conde de Barcelona los nobles -que eran los que gobernaban grandes extensiones del país en su nombre- pidieron ser independientes y actuaron en provecho propio. Tomaron posesión de los bienes del Conde, gobernaron sus dominios con despotismo e independencia, y establecieron su propia justicia. Así fue como pasaron de funcionarios a señores jurisdiccionales independientes. Esto supuso que crearan su propia policía, la cual hacían cumplir las órdenes y hacían respetar los bandos.

 

Hacia el 1060 el Conde de Barcelona y su esposa Almodis decidieron recuperar el poder perdido. Compraron castillos e introdujeron a los grandes señores exentos del derecho señorial en su Corte por medio de pactos. Como consecuencia de estos pactos alguien acabó perdiendo: los payeses. Estos, que no podían resistir la avalancha de impuestos y de cargas, decidieron ceder sus propiedades y dirigirse a un señor feudal en busca de una eventual protección. Con aquello dejaban de ser libres, perdían la propiedad de la tierra y sus vidas y la de sus familias dependían del favor de su señor.

 

Desde aquí a la adscripción al dominio del trabajo y la redención del campesino y de la familia si querían abandonar la masía hubo una lenta y progresiva evolución. Durante esta época se implantaron los llamados malos usos. ¿En qué consistían? Era el derecho que tenían los señores feudales a maltratar a sus súbditos o siervos. En los Usatges de Barcelona, empezados a recopilar en el siglo XII, se recogen seis malos usos: intestia, exorchia, cugucia, arsia, firma de spolii, y remensa.

 

La intestia era que si una payes moría sin hacer testamento el señor podía quedarse con buena parte de su patrimonio.

 

La exorchia consistía en que si un payes moría sin descendencia el señor se quedaba con buena parte de su patrimonio.

 

La cugucia estaba asignada a la mujer. Si esta le era infiel a su marido, si que este se enterara, el señor se quedaba con los bienes de la mujer. Si era el marido el que incitaba a la mujer al adulterio el señor se quedaba con la dote de esta.

 

En el arsia el payes, responsable de la tierra, tenía que compensar al señor si en ella se producía un incendio o una catástrofe natural.

La firma de spolii era el pago por los derechos de boda que pagaba el padre de la mujer.

La remensa era el pago que se tenía que hacer al señor para abandonar la masía.

 

En el año 1.200 se firmó la Constitución de Paz y de Tregua. Con ella se daba libertad a los señores feudales a maltratar a sus siervos. Tenían carta blanca para hacer todo lo que les viniera en gana. La Constitución de Cervera, del año 1.202, aún era más cruel con los siervos. Es la primera vez que se estipulaba el derecho a maltratar. Esa constitución permitía a los señores a encarcelar a sus siervos y tomar posesión de sus posesiones sin justificación, dejando al payes en la más absoluta pobreza.

 

Durante los siglos XIII y XIV se siguieron dictando disposiciones contra los llamados siervos de gleba. Estas estaban firmadas por la Corte. A esto hay que añadir otra calamidad. Una epidemia de peste mermó el campo catalán. Muchos fueron los payeses que fallecieron. Esto repercutió en el campo. Masías enteras quedaron deshabitadas por la muerte de sus ocupantes o porque estos huyeron para no contagiarse por la peste. A este hecho se lo conoce como masías desiertas.

 

Esto fue terrible para el campo. Los que aún quedaron en sus masías fueron aún más explotados por los señores. Los pocos payeses que quedaban tuvieron que duplicar su trabajo y empezar a conrear aquellos campos que habían quedado abandonados. Esta fue una oportunidad de oro para los señores para endurecer su política de malos usos y ultrajar aún más a sus siervos. Estos, subyugados a este sometimiento, empezaron a pensar en rebelarse.

 

Los primeros años del siglo XV no fueron mejores para los remensas. Por eso los payeses decidieron contraatacar. Empezaron a quemar las cosechas, se erigían cruces y se descuidaban los campos. Era la única manera que tenían para rebelarse y hacerse oír. Los señores feudales hicieron oídos sordos a aquellos actos de sublevación. Tenían la ley y el poder a su favor. Creían que todo aquello era un gesto de rebeldía que podían acallar endureciendo los malos usos. Estaban equivocados.

 

En el conflicto había dos pensamientos. Los señores no querían perder sus privilegios ni reducir sus ingresos. Los payeses exigían ser propietarios de las tierras que trabajaban y ser reconocidos. O dicho de otra manera, reclamaban ser tratados con dignidad.

 

No es hasta el año 1455 cuando el rey Alfonso el Magnánimo abolió provisionalmente los malos usos. ¿Fue una victoria para los remensas? Definitivamente no. Los señores feudales se mantuvieron en sus trece e hicieron oídos sordos a la sentencia del rey. Al ver los remensas que los señores nunca accederían a sus peticiones, y creyendo que estaban en posesión de la razón, decidieron agruparse. Eran muchos más que los señores feudales. Tenían el poder humano, aunque no tenían el poder legislativo. Es en ese momento cuando empezó a fraguarse la idea de levantarse en armas contra sus señores.

 

Todavía quedaban años para que pudieran cumplir su objetivo. No tenían prisa. Llevaban muchos años subyugado a los señores feudales. Antes de emprender una guerra se tenían que organizar. Por eso empezaron a reunirse. Esto era peligroso, pues de ser descubiertos, podían ser castigados. Todo esto ya no les importaba. Una vez organizados necesitaban un líder. Este fue Francesc de Verntallat.

 

¿Dónde se concentraban los remensas? Estos están en lo que se conoce como la Vieja Cataluña. Esta se extendía desde el río Llobregat a los Pirineos y de ahí al mar. También había pequeños reductos remansas en el Penedés, Manresa y Berga.

 

El historiador catalán Jaume Vicens Vives hizo un censo sobre la distribución de los remensas a lo largo y ancho de la Vieja Cataluña. La distribución era la siguiente: en el llano de Gerona, 4.108 hogares; en Besalú, 1.267; en Olot, 560; en Vic, 982; en el Maresme, 645; en los dos Valles, 540; en el Llobregat y Penedes, 597; en Manresa, 171; en La Segarra, 45; en Odena, 5; y en Berga, 61.

 

Un hogar o focs en catalán equivalía a 5 personas. Es decir, en casa masía habitaba este número de habitantes. Es un promedio y no puede establecerse como un dato exacto, pues podía variar según la familia. Es, por así decirlo. Sin embargo esto nos permite saber el número de remensas que habitaban Cataluña antes de la primera guerra.

 

Si sumamos los hogares y lo reconvertimos por el número de equivalencia, obtenemos que había 44.905 remansas. Cataluña tenía unos 300.000 habitantes. Esto significa que el 15% de la población era remensa. Lo cual es significativo teniendo en cuenta que Tarragona y Lérida no entran en el censo de Vicens Vives.

 

¿Por qué decidieron apoyar a la reina Juana Enríquez? Ella necesitaba fuerzas para mantenerse como lugarteniente de Cataluña. Por su parte los remensas creían que, si la apoyaban, conseguirían sus propósitos. Esto es, que se abolieran los malos usos. Un conflicto de intereses se yuxtapuso en ese momento. De ganar la guerra todo sería favorable. De perder la guerra pues bien, pero no estarían.

 

Francesc de Verntallat decidió entrevistarse con la reina Juan Enríquez. Al empezar el primer sitio de Gerona la reina comunicó que había encargado a Verntallat la dirección de los remensas y de los ejércitos reales.

 

Dar apoyo a los remensas era peligroso. Contra ellos estaba la alta y mediana nobleza y la iglesia. Por eso el rey Juan II supo nadar y guardar la ropa. A los remensas les decía que escucharía sus peticiones y que aboliría los malos usos, mientras que a los nobles y a la iglesia les prometía que todo quedaría igual. Juan II con esta decisión se metió en un lio.

 

En el mes de diciembre de 1462 Verntallat dominaba los Pirineos, el Montseny, el alto Ter, el Ampurdan y La Selva. Estaban limitados por la línea formada por Besalú, Bañolas, Santa Coloma de Farnes y Hostalric. De ahí hacia abajo mandaban las tropas de la Diputación del General.

 

Durante años las fuerzas de Verntallat dominaron la situación y parecía que la guerra se decantaba a favor del rey Juan II. Hubo un cambio el 25 de mayo de 1469. Ese día el conde de Pallars conquistó Gerona. Poco después cayeron Besalú, Olot y Camprodón. El conde deseaba estrangular a las remensas reduciéndoles el campo de actuación. Algunos remensas, viéndose perdidos, decidieron rendirse. Todos pensaban que Verntallat daría su brazo a torcer y la guerra contra el rey Juan II caería de su lado.

Antes estos ataques la desmoralización de la Diputación del General fue evidente. Luchaban contra el rey y sabían que, de perder, las represalias podían ser muy duras. Por eso decidieron llegar a un acuerdo y dar por terminado el conflicto. Mal que les pesara aceptarían a la lugarteniente Joana Enríquez y permitirían el libre acceso del rey Juan II en Cataluña. Gracias ese triunfo el rey Juan II pudo establecer en Cataluña la monarquía. Fue una gran victoria política, pero no social. A pesar de todo Juan II fue incapaz de dirigir el resurgimiento de Cataluña y tampoco hizo nada por los remensas.

 

Antes estos ataques la desmoralización de la Diputación del General fue evidente. Luchaban contra el rey y sabían que, de perder, las represalias podían ser muy duras. Por eso decidieron llegar a un acuerdo y dar por terminado el conflicto. Se puede decir que acabó en tablas. Mal que les pesara aceptarían a la lugarteniente Joana Enríquez y permitirían el libre acceso del rey Juan II en Cataluña. Terminado el conflicto quedaban los remensas. ¿Qué pasó?

Juan II le entregó, simbólicamente, a Verntallat la ciudad de Olot. Era la recompensa por su lealtad. También lo ennobleció con el título de vizcondes de Hostoles.

 

Gracias ese triunfo el rey Juan II pudo establecer en Cataluña la monarquía. Fue una gran victoria política, pero no social. No cambio nada. Los miembros de la Diputación del General siguieron en sus cargos. A pesar de que eran incapaces de reorganizar la administración continuaron en sus puestos. El rey Juan II fue incapaz de dirigir el resurgimiento de Cataluña. Tampoco hizo nada por los remensas. No asumió sus responsabilidades. Las tierras volvieron a los señores. El rey tenía las manos atadas a los filoremensas. Estos tenían grandes problemas económicos, pues durante la guerra no ingresaron ninguna contribución. Por eso le pidieron al rey volver a cobrar los censos. El rey fue débil. Por una parte quería defender a los remensas y por otra no ponerse en su contra a los señores feudales. En definitiva, todo quedó igual.

 

Francesc de Verntallat nació en Sant Privat d’en Bas en 1426 o 1428. Era descendiente de los Puigpardines. Su abuelo, Antoni de Puigpardines, era conocido popularmente como Verntallat, pues este era el nombre de la masía que tenían en Sant Privat. Sus padres se llamaban Francesc i Violant. El matrimonio, a parte de nuestro protagonista, tuvo a Llorenç y Joana. Del primer matrimonio del padre, con Francesca Sunyar, nació Blanca. Fuera del matrimonio el padre tuvo a Antoni.

 

La familia Verntallat formaba parte del Brazo Real de Caballeros, generosos y hombres de paraje del Principado de Cataluña. Es decir, eran hidalgos. A pesar de su condición remensa, formaban parte de la pequeña nobleza campesina catalana. A parte del Mas Verntallat tenían propiedades en Sant Privat, Sant Feliu de Pallerols y en el Vall d’Hostoles.

 

El 26 de febrero de 1446 se casó con Joana Noguer. Esta familia estaban al mismo nivel social que los Verntallat, pues eran propietarios del Mas Noguer de Batet. Para poderse casar tuvieron que pedir la anulación matrimonial, pues Joana se había casado con Joan Portell, del Mas El Portell de la parroquia de La Cot, en la baronía de Santa Pau. Al poco tiempo lo abandonó y regresó al Mas NOguer. La familia Noguer tenía posesiones en Batet y en Sant Martí de Santa Pau. Al casarse a Joana le asignaron 65 libras barcelonesas de la legítima y a Verntallat 33.

 

Una vez casados fueron a vivir al Mas Noguer. Allí comenzó a organizar a los remensas y consiguió que todos confiaran en él. Como ya hemos visto fue clave en la primera guerra remensa. En la segunda no quiso participar. El motivo es claro. Creía que una lucha armada no servía para nada. Si querían recuperar sus derechos tenían que dialogar. Y puso todo su empeño en hacerlo una vez finalizada este segundo levantamiento remensa. Su condición social le permitía moverse con libertad y tenía la confianza del rey Fernando el Católico. Esto fue fundamental posteriormente.

 

Volvemos a repetir que Verntallat era un hombre de paz y prefería parlamentar antes de luchar. Que tenía la confianza del rey Fernando el Católico y que participó en todas las grandes decisiones que se plantearon una vez finalizada la segunda guerra remensa.

 

Pues bien, Verntallat fue uno de los promotores que el 21 de abril de 1486 se firmara la sentencia Arbitral de Guadalupe. Tardaron veinte años los remensas en conseguir que fueran reconocidos sus derechos. Como escribió el historiador Antoni Rovira i Virgili: “La redención de los remenses es uno de los hechos más trascendentales de la historia de Cataluña, que influyó en su prosperidad posterior. Cataluña fue el único país de la Península que tuvo una clase rural con arraigo en la gleba, un campesinado rico, libre y culto”.

 

Por delante quedaba poner en práctica la Sentencia Arbitral de Guadalupe. El rey Fernando el Católico, al saber el peso que tenía Verntallat dentro de los remensas, le ordenó que se quedara en la Corte. Sin su influencia se conseguiría avanzar. A pesar de los problemas y las dudas la Sentencia se aplicó. Fueron tiempos difíciles para los enviados del rey y para los payeses. Hubo muchas conversaciones y se avanzó lentamente. Sin embargo, a comienzos de 1500 podemos afirmar que la Sentencia había sido aceptada por todos los payeses catalanes y, después de 500 años, el campo estaba en paz. En reconocimiento a su labor el rey le cedió a Verntallat tres casas en la calle Regomir de Barcelona.

 

Verntallat estuvo en la Corte un tiempo indeterminado. No hay constatación del año que salió de ella, pero esta debió producirse sobre el 1495. Se cree que conoció a Cristóbal Colón a su regreso del Nuevo Mundo. Tampoco conocemos su misión en la Corte de los Reyes Católicos.

Francesc de Verntallat regresó a Sant Feliu de Pallerols. Ahí era propietario de un castillo, hoy desaparecido, en el Portal de Llevant. En Sant Feliu pasó los últimos años y allí murió en el año 1499. Fue enterrado en el cementerio viejo y legó a sus hijos, Miquel-Grau y Leonor, las tres casas de la calle Regomir de Barcelona, las posesiones en Sant Feliu, el Mas Serradell y parte del Mas Noguer.

 

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