La Compañía de Voluntarios de Cataluña en la Nueva España (II)

Uno de los casos paradójicos sobre los territorios del imperio español fue que durante prácticamente tres siglos no hubo presencia militar ni ejércitos regulares. Según las fuentes como los informes de virreyes, no era necesario puesto que no había rebeliones ni amenazas internas significativas. Sin embargo, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII los ataques ingleses a Cuba y Filipinas hicieron que la Corona se replanteara el sistema defensivo en todos sus territorios. Si bien las élites de españoles americanos (mal llamados criollos), novohispanos en este caso, no vieron favorables las políticas reformistas puesto que ellos llevaban décadas controlando sus intereses y manteniendo sus propias milicias urbanas; los ejércitos de peninsulares fueron, entre muchos otros aspectos de las reformas, blanco de críticas, burlas y rechazos. En cuanto a la Compañía de Voluntarios de Cataluña un libelista anónimo se expresó así de ésta a la ciudad de México:

Los migueletes, a su entrada,

profesaban no hacer de bueno nada,

y en libertad que dieron de conciencia,

malo fue cuanto hicieron de experiencia:

las mujeres, los juegos, las bebidas,

pagaban con bravatas, con heridas,

y aunque a vista de todos se paseaban,

los jueces sus excesos toleraban, […]

No quedó pícaro de marca entera

a quien en tal facción no se admitiera;

y aun parece, según se vio patente,

que de éstos se buscaban solamente.[1]

 

 

 

Durante la gestión del virrey Revillagigedo II (1789-94) se ordenaron movimientos en las compañías militares, entre ellas la de Voluntarios de Cataluña. La primera compañía catalana, después de la expedición a California, estuvo destacada en Nutka, en el actual territorio de Canadá, zona amenazada por los rusos. Mientras que la segunda que, se había mantenido en las zonas septentrionales conocidas como provincias internas (actuales Estados de Sonora y Chihuahua), fue destinada a la ciudad minera de Guanajuato para vigilar a las élites locales quienes preferían mantener su milicia urbana conocida como Legión del Príncipe, formada por población local y por la cual llegaban a evadir tributos y por lo tanto, desde el palacio virreinal, se ordenó que la manutención de la Compañía de Cataluña fuese costeada por el Cabildo de la ciudad, lo cual llevó a un intenso debate entre Guanajuato y el Subinspector del Ejército. Finalmente por circunstancias diversas la compañía fue enviada hacia el Fuerte de Perote, cerca del puerto de Veracruz.

De las dos compañías, la primera fue la que tuvo mayor importancia en cuanto al papel desempeñado en la exploración y colonización de la Alta California, en la que sobresalieron personajes como Pedro Fages, teniente de la compañía, quien estuvo estrechamente relacionado con los padres Juan Crespí y Junípero Serra; personajes también como el capitán Pedro Alberni, quien se convirtió en uno de los primeros exploradores (sino es que el primero), en llegar hasta el actual Vancouver; o Gaspar de Portolà, colonizador y primer gobernador de la Alta California.

La Segunda Compañía de Voluntarios de Cataluña al ser destinada en últimos años del siglo XVIII al Fuerte de Perote, donde resguardaban la plata proveniente del comercio que debía salir con rumbo a España  se mantuvo, al igual que muchas otras milicias ,con problemas como el de la tropa avejentada, muertes, deserciones y plazas vacantes.[2] Conservó el nombre hasta su desaparición en la primera década del siglo XIX y solo estuvo completa por catalanes los primeros años de su formación y servicio. Los reclutas en Cataluña habrían servido para el servicio en Europa mayoritariamente, dejando unos cuantos para los cuerpos americanos. En cuanto a la adaptación de los militares catalanes y su asentamiento en los territorios novohispanos después de su servicio, existen las cédulas de inválidos donde aparecen matrimonios con mujeres locales o algunos que se dedicaron al pequeño comercio. Mucha población catalana pasó al Nuevo Mundo como comerciantes más que como militares, cuyo tema hablaremos en otro momento.

 

Para concluir con una reflexión sobre la importancia de los catalanes y su presencia en la actual California; hemos visto, hace un día o dos, que los gobernantes de Los Ángeles han decidido condenar al genovés Cristóbal Colón en un acto sumamente desatinado. Probablemente le tocó a Colón porque tanto autoridades como habitantes ignoran quienes fueron Gaspar de Portolà, Serra, Fages, Alberni, etcétera; (por lo pronto los canadienses siguen manteniendo el nombre de Port Alberni en la bahía de Vancouver), esperemos que no continúen convirtiendo la Historia en propaganda y la quieran reescribir para los fines políticos y sociales de una minoría falaz como lamentablemente ha sucedido.

 

 

 

[1] Castro, Felipe. Nueva Ley y Nuevo Rey. Reformas borbónicas y

rebelión popular en Nueva España. El Colegio de Michoacán-UNAM. México

  1. 1996. 99-100

[2] Torre Villar, Ernesto de la. (coord.) Instrucciones y memorias de los virreyes novohispanos. México. Porrúa. 1991 p. 1128 V.2.

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